martes, enero 12, 2010

Walden: la vida sencilla como camino a la libertad (y II)

Autor: Carlos Balladares Castillo.

Segunda parte, ver la primera acá.

Al preguntarse “¿Para qué viví en Walden?”, responde con una de las frases más famosas de la literatura:

Fui a los bosques porque quería vivir deliberadamente, enfrentar sólo los hechos esenciales de la vida, y ver si yo no podía ver lo que ella tenía que enseñar, no sea que cuando estuviera por morir descubriera que no había vivido. (…) Quise vivir profundamente y extraer toda la médula de la vida… (p. 90).

No puede dejar de decirse que en medio de su cabaña hubo espacio para los libros, porque los consideraba indispensables: “son la riqueza atesorada del mundo y la adecuada herencia de generaciones y naciones” (p. 100). Los libros ayudan a la introspección, “cultivar el pensamiento abstracto, y muy especialmente: la admiración de la naturaleza”, lo cual fue siempre su meta. “Sed colonos para continentes y mundos nuevos y completos dentro de vosotros mismos, abriendo nuevos canales, no de comercio, sino de pensamiento” (p. 287).

A Thoreau se le considera un liberal principalmente por su escrito sobre la desobediencia civil, en el que rechaza: no sólo el pago de impuesto sino la existencia el crecimiento de las funciones del Estado, e incluso: propone su desaparición. Pero pareciera que para esa gran rama del liberalismo que lo reduce a la defensa del capitalismo, Thoreau no tendría cabida con su desapego de lo material. El hecho cierto es que él representa una de las mayores expresiones de libertad al centrarse en la liberación de el Estado, el poder, la pobreza, lo material, e incluso los propios deseos; viajando así al inmenso y rico mundo del alma humana.

Por menguadas que sean vuestras vidas, enfrentadlas y vividlas; no las esquivéis, ni les apliquéis rudos apelativos. Ella no es tan mala como vosotros. Amad vuestra vida por pobre que sea. Podréis tener algunas horas agradables, emocionantes y gloriosas hasta en un asilo. El sol poniente se refleja en las ventanas de un hospicio con igual brillantez que en la mansión del hombre opulento (…). Cultivad la pobreza como una hierva de jardín. No os intereséis mucho en conseguir cosas nuevas, sean vestidos, sean amigos. Da vuelta a los viejos vestidos; vuelve a los viejos amigos. Las cosas no varían; nosotros si. Vende tus vestidos y conserva tus pensamientos. Dios verá que no te hace falta la sociedad. (p. 293).

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